viernes, 25 de mayo de 2012

De juerga con Bambino



¿ Uds saben lo que era la ambrosía? Sí,esa sustancia que en la mitológía griega se decía que era el alimento y la bebida de los dioses.Pues eso mismo es lo que traemos hoy a nuestro saloncito; unas líneas de ambrosía.Una gentileza de nuestro amigo y compay Santiago González Sacristán,autor de la biografía de Bambino y referencia obligada ¨La fiesta infinita¨. Nadie como él conoce los entresijos de la vida y obra del genio de Utrera.Hemos compartido charlas sobre rumbas y rumberos y fruto de ellas ha surgido,aparte de un sincero aprecio,esta magnífica colaboración que para nosotros supone un grandísimo honor publicarla.No sólo porque viene de él,sino porque es una auténtica delicia leerla y recrearse en ella.Deseamos que esta sea una de las muchas visitas que nos haga a este su saloncito.Nosotros,por nuestra parte,nos sentimos honrados por partida doble,ya que Santiago ha publicado uno de nuestros artículos en su fantástico blog.
 
 
Un auténtico regalo es esta maravillosa evocación donde está contenida toda la esencia de Miguelito,su eterna lucha contra sí mismo y su tambien eterna insatisfacción.Dichosos los que,aunque sólo sea una vez en la vida,pueden irse de juerga con Bambino.
 
 











                                               DE JUERGA CON BAMBINO


  He tenido suerte, mucha suerte. Recién llegado a Utrera para escribir un articulo de encargo que verá la luz en el periódico que me paga, si es que no lo cierran antes, sobre Miguel Vargas Jiménez, “Bambino”, nada más poner el pie en el andén de la estación del tren he preguntado en voz alta por el artista y docenas de gitanitos morenos me han rodeado. Todos me han hecho la misma pregunta,
“¿seguro que quiere ver a Bambino?”, y tras mi cabeceo afirmativo me han llevado en volandas hacia el refugio del rumbero. Mora en la casona grande del barrio de los gitanos que compró para su madre Frasquita en la década de los sesenta, un caserón destartalado lleno de gatos, de polvo y de recuerdos, con su patio al fondo y con una fachada envejecida que linda con el bar donde un rótulo señala que allí tiene su sede la peña del cantaor. He llamado a la puerta después de aventar unas monedas a manera de bautizo para los chiquillos y tras su estampida gozosa he esperado paciente a que se abriera la hoja de madera. Lo ha hecho quebrando un silencio interminable un rostro triangular que se ha asomado entre ruidos de goznes oxidados y aclarando la oscuridad del otro lado.





- ¿Qué quieres payo?

Tal vez no me crean mis lectores, pero juro por lo más sagrado que he conseguido acceso franco a la vivienda sin referir al hombre de la puerta más que mi nombre, mi profesión y mi propósito.

- Así que vas a escribir sobre mí. Pasa, hombre, pasa. Ya nos pillas en retirada.

¡Estoy delante de Bambino! ¡Es él! Me pasa la mano por el hombro a pesar de su planta enjuta, no creo que mida más de uno setenta, y me conduce empujándome suavemente por el pasillo en penumbra hacia una habitación. En ella cinco sujetos dormitan, dos sobre un sofá, uno en el suelo, otro sentado en un rincón, el quinto recostado contra una silla.

- Tienen poco aguante - me dice Bambino -. Tres noches han estado en su sitio, pero a la cuarta se han rendido.

Sigo al cantaor. Me lleva ahora entre sombras hacia la cocina. Me presenta al Lupas. “Encantado”, le digo cuando me tiende el aludido una mano flácida, presa de temblores, fría al estrecharla contra la mía, una mano a punto de derrumbarse.
 
- Vamos a despedir la juerga - me apunta Bambino - con una buena fabada, ya no está mi madre para cocinar los frijones, así que nos conformaremos con unas cuantas latas de judías, dan fuerza, payo, las judías quitan la tembladera de tantas noches sin dormir.
  
Ríe el artista y esa risa me hipnotiza, me engancha, me empuja a seguirlo. Doy dos pasos tras el gitano y en ese momento un golpe a mi espalda me sobresalta. El Lupas yace ahora cuán largo es sobre el suelo de terrazo ajedrezado. La cabeza ocupa la casilla de la reina, un brazo la de la torre, los pies la del rey enemigo.

- No te preocupes por él ni por la fabada - me dice Bambino -. Vamos a hablar un rato y luego me ayudarás a calentarla. El Lupas se despertará cuando le roa el hambre

Sigo al gitano. Parece un espectro tan delgado, vestido de negro, abriéndose paso entre las tinieblas de puertas y ventanas cerradas, moviendo las manos huesudas, casi levitando sobre las baldosas incoloras de la habitación en la que hemos entrado.


                                                                Yo soy el son cubano





- Aquí un periodista, aquí el Fiera - dice Miguel cuando me presenta al sujeto que ocupa boca abajo la cama entera, las piernas y los brazos abiertos en aspa -. O lo que queda de él.

El rumbero abre un armario y coge de su interior una botella y dos vasos.

- Vamos al patio - me dice -. Podrás preguntarme lo que quieras, periodista, a cambio de que te bebas esta botella conmigo. Estamos en marzo, así que no hará falta hielo. El hielo quema la voz, quema la garganta, es veneno. Si lo sabré yo.



Bebo el güisqui y apunto. Bambino no necesita preguntas. Tiene ganas de hablar.



- Eso dicen por ahí, que estoy muerto, que en el noventa y nueve salí de gira por el cielo y por el infierno. ¡Yo qué sé! Yo a lo mío, a mis juergas, a mis bulerías, a mis rumbas, con mis amigos, con mi güisqui, esa ha sido mi vida. ¿Cinco rumbas que me sublevan y que me subyugan? Apunta reportero: La Pared, Yo Soy el Son Cubano, Equivocadamente, Infierno de Celos y Amar no es Pecado. ¿Quieres más? Escucha “Y...”, no es que sea una rumba clásica, pero es un peazo de canción, una jartá de buena letra y de buen ritmo.


                                                                 Y...



-¿Mis juergas? Ya ves el resultado, todos por el suelo, hechos polvo, dormidos como bebés. No aguantan lo que los hombres tienen que aguantar, aunque para dar la talla hay que tener experiencia, yo llevo cientos como estas, normal que tire para adelante después de cuatro noches sin dormir, el cuerpo le responde a cada uno como cada uno lo haya acostumbrado, no, no hay otro secreto, por supuesto.





Infierno de celos




 
  Lo veo de perfil, sentado en la silla de enea, ocupando un extremo del patio entre la penumbra de la anochecida. Se me hace difícil reconocer en este suave ocaso mi propia letra garabateada a tientas en las hojas del cuadernillo de espiral. Mueve Bambino muy despacio los labios, casi ni abre la boca, pero sigo escuchando sus palabras y torpemente intento plasmarlas en letras del alfabeto.

- ¿Mis juergas? ¡Cabal! Ahí van las condiciones. Primero, solo hombres. Segundo, bajo techo. Tercero, puertas cerradas. Están los que están y terminan los que empiezan. Te he abierto esta tarde porque ya me había quedado prácticamente solo. Cuarto, sin reloj. Quinto, cada uno trae lo que puede o lo que tiene y con eso hay que pasar los días y las noches. Y sexto, y lo más importante, no hay normas ni restricciones, el mundo de afuera no existe, solo cuenta el que se inventa entre estas cuatro paredes. ¿Mis amigos? Ahí los tienes, uno de Córdoba, el otro de Morón, dos de Utrera y el resto de Madrid. Ha durado la juerga cuatro días, pero por mí podía durar cinco o cincuenta. Lo fundamental es no precipitarse, ir despacio con todo, mucha tranquilidad, mucha pausa, nada de entusiasmarse y de lanzarse en picado, ¡qué va!, sorbos pequeños, chistes largos, risas contenidas, unas notas del guitarrista, unas palmas, alguna canción de vez en cuando, pausa,comida,recuperación, más risas, repaso general, más comida, más bebida, más suministro, comprobar que la puerta está bien cerrada y que nadie va a importunarnos, uno que recuerda esta anécdota, otro que la confirma, un tercero que pone unos billetes sobre la mesa, el cuarto que canta por fandangos, un cigarrillo, dos, tres, los que sea, vivir, querido amigo periodista, vivir sin ser molestado, así es como surge el arte, así es como se templan los buenos cantaores, como llega la inspiración, rodeado de grandes amigos, comer, beber, fumar, hacer a lo que venga, pero siempre dominándose uno a sí mismo, preparado para cuando surja la llamada del arte, beber, comer, fumar, reír, una cabezadita, y a seguir viviendo sin importar el tiempo, ¡sus muertos, el tiempo!






Equivocadamente 






Ya es noche cerrada. Ni cuenta me he dado que ya brillan las estrellas sobre un cielo extremadamente azul. Vienen de afuera algunos ruidos, coches que pasan, motos que atruenan las calles desiertas, algún perro que ladra. De la botella quedan unos dedos de licor, los que ahora el artista derrama sobre su vaso y engulle al rato con avidez. Se levanta después del trago y me invita a volver al interior de la casa.

- Vamos a preparar la fabada, periodista - me dice mientras avanza y yo tras él pasillo adelante hacia la cocina -. ¿Sabes cocerla al bañomaría? Ocúpate de ello mientras yo despierto a mis amigos. Es la mejor forma de despedir una buena juerga, ni calditos ni churros ni leches, nada como los frijones, pero como no está mi madre habrá que tirar de las latas. ¿Estás de acuerdo, periodista?





  Ahora lo veo entrar en la primera de las habitaciones y llamar a voces por sus nombres a los caídos. Enciendo la luz de la cocina y veo sobre la encimera siete latas de fabada y un perol grande lleno de agua. Ni rastro del Lupas. Se habrá levantando y habrá ido a hacer compañía a los otros, pienso. Abro la bombona del gas y enciendo el fuego. Meto las latas en el perol cuando el agua hierve. Espero. Releo las notas de la libreta mientras humea a borbotones el interior de la olla. Hasta bailotean las latas zarandeadas por la fuerza del vapor. Espero acontecimientos. Nada. Ya ni escucho la voz del cantaor espabilando a sus amigos. No oigo absolutamente nada. Me aventuro pasillo adelante a oscuras. Llego hasta la puerta de la calle y la abro. Con el pecho inflamado y los pulmones henchidos respiro entera la noche de Utrera que huele a naranjos y a hierbabuena.





 Entro en el primer bar que veo abierto. Un gitanito canta acompañándose con sus palmas unas estrofas que me resultan conocidas. Lo escuchan cuatro parroquianos mal contados, uno de ellos hasta se atreve a dar una vueltecita con los brazos extendidos. Reconozco al gitanito. Es uno de los chiquillos que me acompañaron desde la estación. Deja de cantar cuando repara en mí. Me mira muy serio, se aproxima hasta tocar mi ropa y me pregunta con un hilo de voz que me suena a perdón y a arrepentimiento:

- ¿Ha charlado con Miguel, señor?


- He estado de juerga con él - le respondo -. Una botella de güisqui nos hemos bebido en el patio. Ahora volveré para rematar la faena.

- Olvídelo. Quien sale de la casa ya no vuelve a entrar. Ha tenido suerte - asegura el chiquillo con una madurez impropia de sus pocos años -. Bambino no abre a cualquiera, sobre todo desde que se ha enterado que su familia quiere vender la casa para que pongan un concesionario de automóviles. Ya sabe, la herencia y eso.

- Sí, he tenido suerte - le replico de inmediato -, pero sigue cantando. Lo haces muy bien. Cantando por Bambino, supongo.

- ¿Por quién si no? - me contesta el muchacho -. En Utrera, ¿por quién si no?

Recuerdo las latas apretujadas en la olla, meciéndose al compás del vapor. Van a explotar, me digo. ¡Tengo que volver.! Pronuncio en voz alta mi deseo. El hombre de la vueltecita se encarga de frenar mis ímpetus.

- Esa es una historia muy vieja, la he oído contar a tantos que no cabrían todos dentro de la casa. Estallan las latas como si fueran bombas y los de dentro salen despavoridos acordándose de los muertos de los terroristas. ¿Una película de miedo? ¡Qué va, hombre! En Utrera no pasa nada, nunca pasa nada. ¡Sigue a lo tuyo, Manué!
                                          

                                                                         La pared






 El gitanito palmea otra vez con decisión. Vuelvo la cabeza y, efectivamente, donde unos minutos antes estaba el lienzo de la casona veo una gran cristalera, un rótulo con letras de colorines que anuncia coches en venta, ofertas, créditos, plazos, también dos utilitarios exhibidos sobre una plataforma giratoria. En el ángulo superior izquierdo de la fachada distingo con dificultad un azulejo en el que alguien ha escrito con grafía colegial que aquí vivió el artista de artistas, el genial Bambino. Ya tengo el artículo para el periódico. Casi tres folios puedo redactar, cuatro si el chiquillo sigue evocándome con su compás al gitano de la calle de la Fuente, al hijo de Chamona y de Frasquita. Pido la última copa al tabernero cuando, al otro lado de la ventana, Utrera ya dormita envuelta en ecos de rumbas y de bulerías que van y vienen mezcladas con el aroma de los naranjos en flor.


SANTIAGO GONZÁLEZ SACRISTÁN - mayo 2012


















sábado, 19 de mayo de 2012

10,5 escala Richter





 
 Si,ya sabemos que esa escala sólo llega hasta 10,pero resulta que la artista que nos visita hoy escapa a todas las magnitudes conocidas.Mi especial idilio con Rafaela Carmona viene de tiempo ha.Unos 15 años,calculo yo.El lugar ¨en que nos conocimos¨ no viene mucho al caso y a unas horas que tampoco eran muy católicas.



 A esas horas y en ese lugar sonó su versión de La flor de la Canela,el inmortal tema de Chabuca Granda.Me sorprendió no tanto que se hubiera hecho una adaptación por rumbas-ya la había escuchado a Perlita de Huelva- sino la voz tan personal,desgarradora y dramática de su ejecutura,en este caso,Rafaela.Pregunté al improvisado disc jockey por la dueña de esa voz tan taumatúrgica.Como respuesta me mostró un ajado Ep en el que rezaba su nombre de guerra: Terremoto de Málaga¨.Conocía a Fernando Terremoto y a Dolores Vargas,pero no había oido hablar de semejante fenómeno natural en la vecina Málaga.La cosa quedó ahí,entre el consciente y el el subconsciente,hasta que,hace unos dos o tres años,vino el reencuentro.El motivo fue un regalo de un amigo que,conociendo mi debilidad por este tipo de artistas,me obsequió con un ep de Rafaela donde se incluía precisamente esa versión de La flor de la Canela.Desde entonces no nos hemos vuelto a separar.
 
 
 En las contraportadas de los viejos discos de vinilo se publicaban a menudo pequeños epígrafes sobre el artista en cuestión,muchas veces totalmente engolados y excesivos pero, en este caso,he encontrado una pequeña nota de autor anónimo(no viene firmada)en uno de sus eps y que recrea a la perfección lo que supone el arte de Rafaela:
 
¨Rafaela Carmona,¨Terremoto de Málaga¨ ha sido definida muy certeramente como ¨El ciclón de la canción flamenca¨.Su personalísimo estilo,su excepcional temperamento,hace que en cada una de sus actuaciones el público quede impresionado por su sinceridad de expresión,por el dramatismo que infunde a sus interpretaciones.
Todas ellas(sus versiones) adquieren un nuevo sentido,un matiz insospechado.Escuchemos.....¨
 
 
 Pues eso,escuchemos...
 Rafaela fue una pionera en adaptar los últimos éxitos de la música pop y melódica europea por rumbas.El compay don D. ya nos subió ese sublime ¨Tú serás mi baby¨ y hoy vamos un pasito más adelante presentando(siempre en rigurosa exclusiva) este ´Dame felicidad¨ que nos pone loquitos perdíos de purita felisidá.

  
                                                Terremoto de Málaga-Dame felicidad


  Más descargas sísmicas.En este caso un tema de Palito Ortega,intérprete y compositor argentino que nos bañó literalmente con sus jits durante toda la década de los 60.Este fue uno de tantos,¿Por qué no querés?
                                          Terremoto de Málaga-Decí por qué no querés
 

Tengo,tengo tengo.....El salvaje sexappeal de nuestra protagonista en su máximo esplendor:
 
 
¨Y te tengo que abrazar con mis lindos brazos
  y te tengo que atrapar con mi cabellera.....¨
                                                           Terremoto de Málaga-Tengo

 
  Y nos vamos por hoy con la música a otra parte,con un tema que es una máxima que solemos cumplir a rajatabla todos los que frecuentamos este saloncito: Fuera pena,que la pena no es güena.La foto de la carpeta,paradigmática como pocas.
 
 
        Terremoto de Málaga-Fuera pena 


 
P.D. Según los sismólogos,un terremoto con una escala de 10 supondría el equivalente a la colisión de ¨ un meteorito rocoso de 2 km de diámetro que impacte a 25 km/s (90.000 km/h)¨

Para que se hagan una idea el de 10,5....




 

domingo, 6 de mayo de 2012

Argentina Coral II: ¡Me echó bilongo!

Nos trae a Argentina Coral nuestro querido Don Sicalíptico en la anterior entrada, y nos vienen al pelo el asunto y la diosa, no solo para ponerles otros grandes éxitos de esta señora de bandera, sino también para repetirles un principio esencial. Porque el caso es que a Argentina nos la descubrió, precisamente, nuestro querido Don. Y el principio es sencillo: los amigos son una fuente inagotable de descubrimiento musical. Mejores que cualquier revista, más baratos que las descargas legales e ilegales, más sabios que cualquier otra cosa. Es el consejo de hoy, señores, patrocinado por Discos Belter y Quina Santa Catalina: ¡Tengan amigos y compartan cosas con ellos!
     Este es el principio con el que nació este saloncito. Y con esta misma idea les dejamos tres tiritos rumberos para abundar en lo tan bien expresado por nuestro compadre:



Primero tenemos una interpretación grandiosa, divina como ella misma, del temón cubano La negra Tomasa, también llamado Bilongo o, menos frecuente pero más sonoramente, Kikiribú Mandinga. Oigan, oigan qué bilongo:


La negra Tomasa


Un bilongo es un hechizo, un mal de ojo. Si alguien te echa bilongo, pues acabas hecho una marioneta, como este señor, que no sabe qué le pasa que sólo le gusta el café que su negra le cuela... Y es que esa negra linda, camará, le echó bilongo. Y no hay más tutía, eso ya es amor, quien lo probó lo sabe. De ahí la expresión por la que se conoce también la canción: "Kikiribú Mandinga", expresión cubana compleja y de origen africano que se dice que viene a significar: "Se acabó, Mandinga". O sea, "Se acabó, chico". No hay ná que hacer.
     Originalmente es una guarachita compuesta por Guillermo Rodríguez Fiffe, que tocó con el maestro Ñico Saquito, según nos cuenta el nieto de aquél. Pero hay muchísimas versiones, tanto en clave latina (desde Tito Rodríguez a Compay Segundo, pasando por Eddie Palmieri o La Playa Sextet) como en flamenca. Oigan si no a Chano Lobato, que como Argentina interpreta a su libre albedrío, y bien que hace, el vocabulario antillano (Chano parece decir "berongo", Argentina "kikilikú"):


Pero volvamos a Argentina. En el mismo E.P. del que les sacamos este Bilongo, tenemos otro cañonazo de gozo y misterio:

Bailando con Pepe


Y la salida la hacemos con otra delicia:

Los ojos negros que tienes



Que, por cierto, es una gran letra que canta por tangos Pericón de la exquisita manera que ustedes se pueden imaginar, y con ese arte que se le sale por los nudillos:



Sean felices, camaradas. Y celebren la resaca del cinco de mayo visitando nuestro saloncito hermano, que tenemos una "camarera del amor" hermana de la que nos trajo el Don. Un placer, caballero.