sábado, 5 de noviembre de 2011

Las mujeres de Salvador Escudero


   
Proponen mis compañeros en entradas anteriores un tema maravilloso, con canciones dedicadas a una figura que durante siglos ha inspirado a poetas y filósofos cantos a la vida, al amor y al entendimiento universal: la suegra. ¡Qué no se habrá alabado ya de la suegra! ¿Qué nuevas loas inventar a tan magna figura, qué versos añadir al gran acervo universal de odas a tan amado accidente vital? ¡Imposible innovar en este terreno!
    Demos entonces un breve paso atrás para explicarnos las razones de la existencia de esta figura que vino al mundo a dar felicidad, bien con su mera presencia, bien en forma de chiste de la transición. Pues bien, resulta que la suegra, con ser mucho, no es otra cosa que el bonus extra, el toque mágico, la guinda de ese pastel de romance, amor y felicidad que es el matrimonio. La suegra es, por así decirlo, la broma que Dios regala a los cónyuges, la ristra de latas atada al final del coche de novios.
   La suegra y el matrimonio son ejemplos claros de la adaptación evolutiva del hombre. Pensemos que en el mundo somos ya 7.000.000 de personas —mil millones más que hace doce años, dos mil millones más que hace un cuarto de siglo, siete veces más que en 1911—. Pues imaginen cuál sería la población de un mundo sin matrimonio, un mundo de romance canino y felino, de aquí te pillo aquí te mato, de sexo rápido y sin ataduras, de pim-pam-púm, de celo perpetuo en perpetua satisfacción. ¿Cabría hoy un alfiler en la tierra?
   Pero el ser humano, hay que insistir, es un animal inteligente, y pensó y pensó en este problema, y para sus animales de compañía inventó un método envidiable: la castración. Y entonces vio que eso era bueno. Pero el hombre, y en especial el filósofo, miraba con admiración hacia esa solución animal, que lo liberaba a la vez de sus bajos instintos y de la camada de hijos indeseados. Y entonces el hombre pensó y pensó aún más en cómo hallar su propia forma perfecta de liberarse de la tiranía del deseo sexual y del gastarse el sueldo invitando al cine y a cenar: ¡He aquí el matrimonio!
    Y por si el enlace conyugal fuera poca bendición, llega con él ese lazo superior y divino que todo lo observa desde la distancia, en su infinita sabiduría, para unir a los amados cónyuges aún más, proporcionándole al esposo una imagen de lo que su amada será en la vejez, dándole a la esposa una idea de lo que su amado desea en ella: ¡He aquí a la suegra!

Esto es poco más o menos lo que nos cuenta Salvador Escudero en su interpretación de esta alegre tonada escrita en 1970 por el mexicano Elbert Moguel Vias, de Los Strwck (sic):

La suegra

Señores tengo un problema
que no puedo resolver
mi suegra se me ha perdido
y la llora mi mujer

Avise a la policia
tambien a los periodistas
que la busquen mar y tierra
algo le puede pasar
Y esto me contestaron
Sí le vamos a ayudar
pero nos tiene que dar
qué señas tiene su suegra
para poderla encontrar
-¿Han visto el cuerpo de una ballena?
¡Sí!
-Pues ni más ni menos.
¿Y la boquita de un hipopótamo?
-¡Sí!
-Pues ni mas ni menos.
¿Han visto como mira una loca?
- ¡Sí!
-Pues ni mas ni menos
Especialmente enternecedora es la súplica que Salvador hace al final al despiadado secuestrador de su querida suegra. Y es que hay gente que no tiene corazón.


Pero Don Salvador, de quien poco sabemos (¿fue miembro de Los Payos, como dicen algunas informaciones no contrastadas, o es solo una confusión debida a que ambos hicieron la misma canción? ¿Tiene alguien una copia del disco “Salvador escudero. El Rey de la Rumba Flamenca. 1933 – 2003”?) no sólo tiene una suegra que vale un potosí, pues también su pareja es una maravilla de mujer, con la que tanto en invierno como en verano se siente feliz y amado:

La gorda


Esta simpática rumbita kitsch,  que podría figurar sin problemas en un Spanish Bizarro junto a cualquier coplilla de Don Emilio el Moro, no solo es un ejemplo claro del humor grueso, sino también una oda al hacer de la necesidad virtud, un canto al amor verdadero, no sujeto a la mera atracción física:
Qué me importa que sea gorda
Si pa’ correr no la quiero

Redondas tiene las formas,
Calienta cuando hace frío
Y en verano me da sombra.
Lo más inspirado, con todo, es sin duda el quiasmo del estribillo. ¡Aprendan, jóvenes poetas!

Tal vez políticamente incorrecta, hoy nos imaginamos perfectamente a unos Estopa adecuándola a una nueva sensibilidad, tal que “Qué obesa tiene la cara / Qué cara tiene la obesa” o “Qué me importa que tenga un ligero sobrepeso / Si pa’ correr no la quiero”…

Aquí tienen a Los Payos haciéndola en directo en la televisión predemocrática, allá por 1968:

Pero aquí en casa d. pensamos que la mejor versión de esta robusta composición es la cumbia que hicieron Los Llopis, grupo cubano afincado en Perú:

El LP de Salvador Escudero donde vienen estos tiritos es una pequeña joya con otra canción espectacular, una versión de ese himno de 1970 que es “No Soy de aquí ni soy de allá”, del recientemente fallecido cantautor argentino Facundo Cabral, y que por aquí hiciera famosa nuestro Julio. Lo que ocurre es que la versión de éste, como la original, es una baladita melosa que nada tiene que hacer comparada con la version de don Salvador. Porque es evidente que esta letra nació para ser una rumba. Óiganla si no nos creen:


Me gusta el mar y la mujer cuando llora
las golondrinas y las malas señoras
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en abril

Me gusta el vino tanto como las flores
y los amantes, pero no los señores
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés

No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad

Me gusta estar tirado siempre en la arena
y en bicicleta perseguir a Manuela
y todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal

Algún día todo esto volverá a ser tendencia

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